Intervención en el TLC



INTERVENCION DEL COMPAÑERO FERNANDO IBARRA, PRESIDENTE NACIONAL DE LA CEDOC-CLAT EN EL FORO SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO

Todo análisis sobre la realidad y perspectivas de un Tratado de Libre Comercio con los EE.UU. o con cualquier otro país o Bloque Comercial del mundo, demanda necesariamente, a riesgo de parecer retóricos, por un estudio sobre sus antecedentes, en razón que estos mecanismo, que si bien es cierto, no son prácticas nuevas en el desarrollo de las relaciones comerciales de los Estados a través de la historia, su implementación en las últimas décadas, tienen objetivos diversos y en algunos casos distintos a la mera práctica comercial.

El proceso de globalización acelerado a partir del fin de la guerra fría, dejó al descubierto una lucha encarnizada por la ocupación de los mercados, la guerra nuclear dejó de ser la amenaza para el planeta cediendo su espacio y recursos a la guerra comercial. Producto de la aplicación de un capitalismo salvaje, que como nunca antes en la historia del hombre generó contradictoriamente, tanta riqueza y tanta miseria; según Jean Siegles, relator especial de la ONU, “somos 6.000 millones de personas en el mundo y producimos alimentos para nutrir a 12.000 millones, si embargo 5.000 personas aproximadamente mueren de hambre cada día”.

En esta guerra brutal por el dominio de los mercados, los grandes megabloques y en especial los EE. UU., tienen por objetivo estratégico la ampliación de su mercado de consumidores, lo que ha fusionado  las estrategias geoeconómicas y geopolíticas en un solo proyecto de dominación mundial. Hoy, solo los países que aseguran los mercados para su producción interna, tienen reales posibilidades de desarrollarse y por ende la oportunidad de brindar a su población una vida digna y estable, los conceptos de democracia, justicia social, soberanía y libertad, están siendo perversamente ligados a los de productividad y competitividad.

En este escenario, con una economía mundial en recesión y la economía norteamericana en proceso de desaceleración, con el desempleo que crece galopante en los países industrializados y que constituye un drama en los países pobres, con un descontrolado proceso migratorio, que se ha convertido en nueva forma de explotación casi esclavista, la lucha comercial entre la Unión Europea, los EE.UU, los Tigres del Asia y otros, nos presentan un panorama nada halagador; también, es incuestionable que los EE.UU. estratégicamente necesitan quebrar una posible articulación de la unidad latinoamericana, que le pueda restar presencia y control en la región. Estas afirmaciones no son nuestras, las encontramos en las frases de importantes voceros de la política norteamericana; el portavoz del Senador Republicano Jessee Helms afirmaba “ La promoción de las exportaciones y los negocios de Estados Unidos, en otros países durante la era posterior a la Guerra Fría debería ser una de las principales prioridades de la política exterior de los Estados Unidos” y el Congresista H. Clay hablando sobre el sistema norteamericano planteaba: “ está en nuestras fuerzas crear un sistema, el sistema norteamericano, cuyo centro seremos nosotros y con nosotros en él estará toda América del Sur”.  La pretensión de los Estados Unidos de avanzar sobre el sur, apoderarse de México vía TLC y a través de él controlar el Caribe y Centroamérica y proyectarse sobre el sur, desprendiendo además a México del proyecto del Sur y enganchándolo en el proyecto del norte, demuestra claramente esta política de expansión, que desarrollada a finales del siglo pasado continúa en el actual, a fin de estructurar las bases del dominio mundial de los Estados Unidos. Por estas razones, el gendarme universal hoy aumenta su poder al no tener otro que lo equilibre en el mapa geopolítico mundial y promueve el libre mercado para asegurar su expansión. Esto explica su proyecto del ALCA y del TLC.

El ALCA y los TLC, son la visión estratégica más importante surgida en los Estados Unidos después del lanzamiento de la operación “AMERICA PARA LOS AMERICANOS”, propuesta por el Presidente Monroe en 1823, que sirvió para quebrar la convocatoria del Congreso Anfictiónico de Panamá hecha por el Libertador Bolívar en 1826.

Con la conformación de la Asociación del Libre Comercio de las Américas, se pretende convertirnos en el gran supermercado hemisférico de consumidores, siendo los Estados Unidos y sus empresas transnacionales los vendedores y nosotros los latinoamericanos los compradores. Un proyecto del norte, pensado por y para el beneficio del norte, que motivó un “ingenuo entusiasmo” en buena parte de los empresarios de nuestra región y afanoso entreguismo de muchos de los gobernantes de los países de nuestra América Latina;  proyecto que gracias a la visón clara y a la actitud firme de unos pocos, hoy resulta cada ves más una quimera para sus pensadores. Todas las dudas surgidas a partir de una comparación seria sobre la realidad de las economías latinoamericanas y la del gigante del norte, sirvieron para que poco a poco el entusiasmo inicial se fuera diluyendo y para que América latina comenzara a entender que el ALCA no es un proceso de integración como fue el ideal de sus libertadores, que ni siquiera es un proceso solidario como el de la Unión Europea, donde para citar un solo ejemplo, los países más ricos de la Unión, crearon fondos regionales y de cohesión, destinados a que los países miembros con niveles económicos y sociales más bajos, puedan progresivamente alcanzar los mismos niveles de los países ricos. Con estos fondos los nuevos países miembros han podido mejorar su infraestructura, sistemas de educación y formación profesional, con lo cual han mejorado su capacidad competitiva, alcanzado niveles comparables a los países más desarrollados; lo que significa, que al ingresar a la Unión Europea, no tuvieron solo que abrir sus mercados, como nos proponen los Estado Unidos en el caso del ALCA o del TLC, sino que fundamentalmente, obtuvieron el apoyo necesario para su desarrollo.

Los cuestionamientos surgidos desde los diferentes actores de la sociedad civil: trabajadores, sectores sociales, culturales, políticos, académicos y hasta empresariales, han provocado que el desbordante entusiasmo inicial, hoy se haya transformado en un rechazo casI generalizado a dicho proyecto, lo que significa un duro revés en la política de los Estados Unidos y su afanes expansionistas, por lo que frente al potencial fracaso de conformar el ALCA a través de un solo proceso, ha cambiado su estrategia y busca por intermedio de la suscripción de los TLC, lograr los mismos objetivos inicialmente trazados con el ALCA. Es que para lo Estados Unidos, su proyecto hegemónico  no ha variado y como bien  afirmaba el gran enciclopedista Jean Jacquet Rosseau, autor del Contrato Social  “ El más fuerte no es nunca suficientemente fuerte para ser siempre el amo, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber”. Solo así se entiende que la pretensión de los Estados Unidos de arrogarse no solo el papel de gendarme del mundo, sino además de legislador universal, de juez de lo válido y también de lo descalificado. Es el pensamiento y práctica hegemónica, lo que lleva a los Estados Unidos a reservarse el derecho de aceptar a quien pone o no en la fila de las negociaciones de los TLC y las condiciones y requisitos que les exige a los países con los que quiere suscribir un Tratado de Libre Comercio. Hoy en día, esta planteado como necesidad imperativa implantar los Tratados de Libre Comercio, no hacerlo es quedarse del tren de la historia nos dicen y nos insisten, que es nuestro deber contribuir con los tratados de libre comercio, esto no significa otra cosa, que lo que nos quieren imponer por la fuerza ahora también lo quieren convertir en un deber.

Las diferencias entre los productos exportados por el Ecuador a los Estados Unidos y los importados de éste a nuestro país, reflejan la realidad de nuestro aparato productivo, caracterizado por un parque industrial semi - obsoleto, con poca tecnología de punta, con mano de obra poco capacitada, con niveles de inversión mínimos, con elevados costos de producción, producto de los caros servicios básicos; consecuentemente, un país cuya oferta exportable sigue siendo los productos primarios; con este aparato productivo endeble, agobiado por el encarecimiento del crédito, o por el oportunismos de los capitales golondrinas que en nada han contribuido al desarrollo de nuestra producción nacional, nos  lleva a la conclusión que los riesgos son mayores frente a las oportunidades de éxito.

En este escenario, por muy trágico que parezca, negar nuestra realidad sería cerrar los ojos y auto-vendernos ilusiones sin fundamento. Estas son las condiciones en que nuestro país se encuentra para negociar el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos; es la negociación entre David y Goliat, con una gran diferencia que juega en contra de nosotros, puesto que en esta ocasión no habrá la piedra poderosa que lanzada desde la honda del pequeño y guiada por el divino hacedor, tumbe al gigante; nos olvidamos que nosotros vamos a nuestra primera gran aventura y vamos solos, mientras la contraparte cuenta con todo para imponerse y digo imponerse, porque en esta lucha desigual cuenta incuestionablemente la correlación de fuerzas y esta correlación de fuerzas, cuantitativa y cualitativamente nos es ampliamente desfavorable.

Hemos constatado todas las presiones que a favor de sus intereses ejercieron durante este proceso de negociación con los Estados Unidos de Norte América. Su renuencia a eliminar subsidios y pretender imponer todo su poder para mantener la privilegiada situación de las transnacionales petroleras, que son los reales beneficiarios de los elevados precios del petróleo; los actos ilegales y abusivos de la OXI que generaron en estricto derecho la caducidad de su contrato. Estos elementos nos posibilitan corroborar la actitud del imperio cuyos intereses, como hemos afirmado, van más allá de lo meramente comercial, que resulta contrario a toda lógica de negociación suplicar la reapertura de las negociaciones, debilitando nuestras posibilidades en la mesa de negociación y jugando un papel de antipatria por parte de determinados empresarios.

Nuestra opción está en la integración de la Comunidad Latinoamericana de Naciones, que integre a los bloques de la Comunidad Andina y del Merco Sur, en consolidar un bloque latinoamericano que unido pueda negociar en mejores condiciones con todos los otros megabloques comerciales del mundo, Un bloque con enormes potencialidades, riquezas y reservas, que puede y debe convertirse en el mediano plazo, en el equilibrio geopolítico del planeta y en el guardián del ecosistema.   
      
No debemos caer en la tentación de lo aparentemente fácil, como las ofertas de prosperidad que se nos venden con estos tratados, debemos tener presente lo que Simón Bolívar decía “Una vez firmado el pacto con el fuerte, ya es eterna la obligación del débil.”

El destino del país está en manos de todos los ecuatorianos, hombres y mujeres adultos que tienen el sagrado deber de velar por un futuro digno para las nuevas generaciones, que con afán e ilusión nos preparamos para el relevo generacional y que esperamos encontrarnos con una patria soberana y próspera, donde el imperio de la justicia social y la democracia sean garantía de una vida digna para todos.